Fueron sus labios los que desataron
el deseo de la carne.
Fue su cuerpo la llama que avivo
el frió invierno que habitaba el mio.
Fueron sus manos generosas las que poco a
poco deslizaron por mi vientre la pasión
que a las Puertas de Jade abrió
de par en par.
Permitiendo entonces el paso firme
y vigoroso a su Tallo, que en acompasados
movimientos hizo llamar al placer, quien llamo
al éxtasis y este a la plenitud.
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