De un por qué no surgió un tu y un yo.
Bajo la bruma de lo incierto rosamos
las manos y el alma.
Pusimos al corazón como único radar
de nuestros pasos al andar.
Al aviso inminente de peligro no se detuvo.
Hoy las infracciones cometidas no llevan
nombre ni apellido,
pues el amor que redime es el mismo que
torna lo imposible en posible.
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