En la vanidad del mundo yo me desperté una mañana
y vi como mi alma agonizaba.
El fuego devoraba todo lo que a su paso encontraba.
Los llantos desgarraban la inocencia de los que un día
fueron niños, hoy convertidos en armas humanas.
La vida daba paso a la mutación de seres inacabados,
insaciables, cuyo afán de destrucción segaba la fallida
misión del por qué de la existencia.
Y vi como del cielo descendían nubes armadas que no
mutilaban el hambre sino mas bien la razón.
Y de tanto despertar, desperté y vi que de mis manos brotaba
la pequeña luz de esperanza que se hacia mas grande a la vez
que era depositada en otras manos.
Y su luz resplandeciente dio paso a otro sol purificador de la inicua humanidad.
Y su luz resplandeciente dio paso a otro sol purificador de la inicua humanidad.
Y vi que otro cielo y otra tierra eran posibles.
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